Dice la gente que no conoce a Fernando Alonso que va un pelín de sobrado y que es algo chuleta. Yo que tampoco le conozco podría decirlo también, pero mejor no hacerlo. Ni estoy tan convencido de que eso sea verdad ni me extrañaría que lo fuera teniendo en cuenta las circunstancias. El caso es que el asturiano ha conseguido la victoria en el GP de Australia -ya van 10 en su carrera- y se afianza en el liderato del Campeonato del Mundo.
El tío tiene suerte, sin duda. El Renault malo siempre le toca a Fischella. El italiano caló durante la vuelta de reconocimiento y le tocó salir desde boxes. Un puesto más cerca de la victoria sin tener que pisar siquiera el acelerador. En la salida, el primero de los accidentes de una carrera muy movida. Rosberg y Massa son los peor parados de un toque múltiple, el "gafe" de Fisichella hace un trompo y el coche de seguridad tiene que salir a poner un poco de paz. Cuando el safety se va, Alonso aprovecha para ponerse primero.
Después le tocó el turno a Klien, y el conductor del safety car que salía otra vez a ganarse el sueldo. Con la reanudación de la carrera, Raikkonen adelanta a Button, de la misma forma que Alonso lo había hecho en la anterior neutralización. Michael Schumacher y Victoriano Liuzzi provocaron dos nuevas apariciones del coche de seguridad. El hombre ya estaba cansado de trabajar, pero todavía faltaba lo mejor. Abandono de Montoya, y Button que se queda a veinte metros de la meta -monoplaza en llamas incluido- después de reventar su motor en la última curva cuando trataba de defender la quinta plaza de los ataques de Fiscihella. Tras la accidentada carrera, Alonso, Raikkonen y Ralf Schumacher se hacían con los puestos de podio.
Alonso ha declarado que "la victoria siempre estuvo controlada", aunque "la carrera fue muy complicada por la cantidad de veces que salió el coche de seguridad". El objetivo, a falta de 15 carreras para la finalización de la temporada es "mantener la ventaja". Cuidado, Fernando, que el que sale a empatar por lo general acaba perdiendo.
